martes, 9 de septiembre de 2008

Mal

Ayer fue uno de esos días malos.

Y es que, parece que la vida no te puede ver feliz dos minutos. El fin de semana fue genial. No podía pedir más de él, y eso que odio mi cumpleaños.

Al parecer, estaban esperando a que se terminara el fin para hostigarme, para que las cositas tontas me molestaran, para que me quitaran una ilusión que tenía.

Uno tiene su límite, no hay más. Ayer me lo dije, no hay más. Hoy, por la fuerza de la costumbre buscaba errores, buscaba algo que estuviera mal, para mejorarlo y me di cuenta que mi trabajo ha terminado, que eso no es lo que se quiere de mi. Entonces, sonreí. Porque ya nada de eso es mi problema, ya volvimos a lo básico: escribir.

Por otro lado hay algo que realmente me ha estado fastidiando, y que al mismo tiempo me hace sentir culpable.

No me gusta mentir, no me gusta llevar una doble vida y tener que estarme parando de cabeza para complacer estándares que no son los míos. No me gusta que se metan en mi vida, que juzguen a los demás, que se sientan dueños de la verdad, que tu verdad tenga que ser la verdad de todos, que me encierren en una jaula de cristal. Yo soy, sólo soy, y puedes existir conmigo, pero no tenerme. No estoy en venta, me doy y ya, no importa lo genial que seas, no tengo porque ser tuya.

Soy light, así siempre me he definido. Hay miles y miles de cosas que no me interesan, y a veces hasta las cuento. Me siento incómoda con la intensidad, al menos cuando no la comparto. Y es tan raro que la comparta... No entiendo porque todo el mundo tiene que saber todo, que entender todo, que aprobar todo. Serían mucho más felices dejando todo fluya, que todo pase. Y a veces me llega toda esta intensidad de diferentes lados y me siento atrapada, sin poder decir mucho, sólo mirando con cara de aburrimiento y esperar que pase la tormenta en sus cabecitas. Es demasiado veneno, demasiada preocupación, demasiado pedo para mi... Yo sólo me siento a esperar.

Eso han sido mis últimos dos días.

Tengo gripa

Quiero dormir