viernes, 7 de marzo de 2008

Tablitas de Salvación

Pues que nos vamos a Tampico. Lo que se supone que sería un viaje de cuatro personas, en un auto, ida por venida, se transformó en una experiencia que, si bien me dejó la piel bastante sensible, ha sido uno de los mejores viajes que he tenido.

Empezó en Monterrey, llegando a eso de las 9 de la noche, en la Central de Autobuses donde fué por mi mi mayor cómplice de aventuras. Visitamos a un buen amigo que tenía mucho de no ver. Salimos de su casa y mi primer pensamiento fué: Misión Cumplida. Volví a sonreir. Si bien en el corazón no se manda, se le agradece cuando deja de hacerte ver como una idiota, siendo por primera vez en mucho tiempo dueña total y absoluta de mis sentimientos y acciones, al menos para con esa persona.

Después a casa de el Urón, personaje incansable, hablador insaciable y actor de reparto en mis borracheras más divertidas. Un hombre para el que el fútbol lo es todo y con quien se puede compartir esa pasión que nos inunda cada sábado en la tarde. "Vámonos que mañana me tengo que levantar temprano", y sabía que con Sylvia la plática no se acaba hasta dos horas después de habernos acostado.

El plan original era irnos a las 11 de la mañana en el carro de Alex, él, Danny, Sussy y yo, ir al evento en Tampico, y regresarnos después de cenar. Alex lo canceló todo por motivos laborales el lunes en la mañana. Sussy tuvo algunos problemas de los que no se pudo zafar y quedamos Daniel Martínez (a quién no conocía más que por el MSN) y yo. Decidimos irnos en autobus. Así que por eso terminamos Sylvia y yo recogiéndolo en un Gigante en Santo Domingo a las 8 de la madrugada. Era temprano y salíamos a las 10 así que fuimos a unos tacos. Subimos al camión poco antes de las 10 y se sentó justo atrás de mí. Dormimos la mayor parte del tiempo hasta llegar a Cd. Victoria donde algo me decía que me tenía que quedar. Ignoré ese sentimiento y sólo bajé a fumar. Dejé a Fátima con Danny en garantía de que volvería. Subí al autobus con un café en mano y mis ansias de fumar saciadas.

Llegamos a Tampico. Después de una confusión telefónica, subimos a un taxi y nos dirigimos al Casino Tampiqueño. Después de 15 minutos de conversación un tanto extraña con el taxista (en donde los lagartos van a la cárcel) llegamos a el lugar donde nuestro jefe y amigo Víctor daría la presentación de nuestra empresa en los medios.

Una experiencia única, que me dejó conocer mejor a ese extraño con el que pasé siete horas en un autobús sin pronunciar más que un par de palabras, donde me llené de orgullo al ver al enano con el que toda la vida me había peleado realizar un sueño, donde conocimos a algunos de los hombres del fútbol de Tampico y en donde me sentí parte de algo grande. Creo que Víctor estaba feliz de que al menos su "joyita" y yo hayamos podido hacer el viaje.

De ahí la cena (deliciosa) y la excelente plática con Vic, Key, Danny y el ex suegro de mi hermana. Me sentía no sólo parte de éste proyecto, si no orgullosa de pertenecer a él. Fuimos a casa de Víctor y de ahí a un cybercafé a ver como bailaban a mi pobre acompañante regiomontano en el FIFA quién no me cumplio el capricho de que Marino anotara un gol. Después de todo el jueguito no está tan lejos de la realidad. De ahí una buena plática en la oscuridad que sólo se interrumpia (la oscuridad más no la plática) al recibir Danny uno de los 40 mensajes de esa noche.

A las nueve de la madrugada entraron a despertarnos. Era hora de descubrir Tampico. Playa, arena, chucherías y buenas fotos fueron nuestra primer parada. De ahí al centro de Tampico donde por problemas técnicos nos tuvimos que ir, sólo para regresar Daniel y yo a descubrir viejitos en escaleras, edificios preciosos, plazas completamente verdes, ardillas amantes de la cámara y un sol que se hizo presente en mi piel.

Después de una hora fuimos a la Central de Autobuses donde compramos nuestros boletos y salimos a comer. El viaje de regreso empezó con buena música. Terminó con Daniel sin poder abrir la puerta del baño y Alicia hablando como borracha, víctima de el sueño que, aún habiendo dormido el 90% del viaje, todavía hacía presencia.

El Urón y Sylvia nos fueron a buscar a la central donde, mientras los esperábamos, Daniel me contó sus aventuras con el señor de al lado, a quien inocentemente le dió su teléfono, y se convirtió en asesino de una cucaracha.

De ahí, tacos y podcast. Pláticas nocturnas, indios y mucho clásico.

El jueves, la Raza, buena plática donde Daniel amenazó con entrar al vestidor local, con un niño de 12 años que nos conquistó a Sylvia y a mi y una rica cena en Vip's, donde descubrí que Daniel era mi hijo perdido al que di en adopción cuando tenía 7 años.

Mi viaje terminó con muchas lágrimas en un autobus en la carretera Saltillo-Torreón. Y es que en algún momento me tenían que alcanzar.

La ironía es que tuve que ir al mar para esquivar una ola que no haber estado en Tampico, me hubiese tratado de ahogar, como lo han hecho tantas antes de esa. En cambio aprendí a surfear. Me aferré a personas que se convirtieron en mi tablita de salvación y me llevaron sana y salva a la orilla. Si, empapada, pero viva, llena de recuerdos, de nuevos amigos, de quemaduras en la piel y una sonrisa en los labios.

Es hora de decir adiós. Es hora de aceptar las señales que da la vida. Como escribó ayer mi amigo Daniel, las casualidades no existen. Quizás cada kilómetro que me alejo será lo que ponga esa ilusión frente a mí cuando esté lista para volar, para acortar distancias. Hoy, hoy solo me queda decir adiós y dar la espalda a esas situaciones que no me dejan de arrancar lágrimas, para enfrentar el hecho de que hay tantas cosas que me regalan sonrisas. Es hora de aprender a coexistir con una vida llena de sorpresas, de gente hermosa que no tenía porque conocer, y las conosco. A los que conocí cuando mi vida era otra, a los que han estado a través de mi largo recorrido cuesta arriba y a los que acaban de llegar pero que parece que me conocen más de lo que me conosco yo.

Es hora de secarme los ojos y esquivar olas con esa tablita de salvación que me ayudan a llegar a la orilla.

3 comentarios:

Solid Neos dijo...

Ay... posteaste exactamente lo que yo quería postear y que no pude por falta de palabras. Lo siento, no puedo pensar correctamente en semana de clásico.

La neta, el viaje fue increible. No sabes la cantidad de veces que, como mencioné en el post, he hecho estos viajesitos salvadores y no me han servido de nada. Por no mencionar las veces que he ido a Tampico y no lo he encontrado tan bello, tan esperanzador.

Eso solo me lleva a la conclusión de que en esta ocasión fue la gente la que hizo de esta travesía un sueño. En efecto, tener una nueva madre es la neta. Al igual, yo guardo un gran respeto por nuestro jefe chaneque y no sabes el gusto que me da ver materializados sus sueños, y encima, pertenecer un poco a dicha aventura. Eso, sumado a varias "coincidencias" (que ya sabemos que no lo son) que no te conté y que me sucedieron con la niña que le daba luz a la habitación por segundos, definitivamente fueron los por qués para que mi viaje hubiese tenido tanto sentido.

Sí, yo también esquivé una ola, y me encontré con el hecho de que, con seguridad, no queda más que dejarse llevar por unas cuantas otras...

Me da un gustazo haber hecho el viaje contigo, madre ;)!

Espero sea el inicio de muchos más =)

Tumba que aquí te vamos xD

la jaibita dijo...

@ solid neos

jajajajajajajaja CHANEQUEEEEEE

osea.. ataque de risaaaa jajajajajaja

hmmmmm

ahora... porque NO ME CONTASTE???

pffffffff por eso te voi a cambiar por Mario...

:P

Sylvanelle dijo...

Que retebonito que escribes y tu hijo te heredó :P

SALUD! porque haya más viajes y más cosas

SALUD! Por los Tigres que me han hecho conocer a tanta gente chida como tú.

SALUD! Por Digifut que nos ha regalado al nuevo compañero trasnochador. Y porque está haciendo realidad los sueños del Vic.

SALUD! Por el mar que sabe curar heridas y llevarse lo que tiene que irse y traer lo que tiene que llegar.

SALUD! Por tu hermosa carrera que comienza y ya la estás haciendo tan bien.

SALUD! Por la felicidad de verte una vez más

Te quiero